lunes, 22 de febrero de 2010

Dial H-I-S-T-O-R-Y, de Johan Grimonprez

El documental habla de la relevancia de un acto y una imagen, o más bien de la relevancia de una imagen generada por un acto, en este caso terrorista de secuestro de aviones. Una de las tesis del documental habla de que el primero de los actos fue utilizado para tirar propaganda, y no tuvo repercusión más allá. El segundo secuestro tampoco tuvo muertos, ni pérdidas, hasta el tercero fué que hubo muerte y destrucción del avión.

A partir de estas tres experiencias, podemos sacar una conclusión: el terrorismo va en crescendo. Una acción terrorista debe impresionar para tener alcance mediático. Y al tener cubiertos 50 ataques terroristas de los mismos alcances, uno más o uno menos no hace mucha diferencia. Por eso se tuvo que planear tan bien un ataque como el del 11 de Septiembre. Una imagen que se repite comienza a perder valor, y al parecer, lo mismo acontece con los actos. Un acto repetido deja de tener sentido.

El ejemplo más claro de lo que expongo es la secuencia de créditos finales. Durante toda la película se nos muestran en el clímax de una construcción dramática, choques o aviones explotando. La secuencia de créditos comienza con un espectacular choque de avión, que es el resultado de toda una estructura narrativa y dramática. El resultado es efectivo, pues el choque nos causa una gran conmoción, pero acto seguido, se nos presenta otro avión chocando. Y después de éste, otro. Y otro, y otro, y durante la duración de los créditos hay solamente choques de aviones.

Esta secuencia de repetición nos reafirma una de las líneas argumentativas principales del documental: el valor de una imagen. No es lo mismo una imagen, que cincuenta, y es lo mismo con los actos. También con esto reflexiona acerca del deber noticioso de la televisión, y nos deja con la cuestión: ¿Es necesario mostrar todo lo que sucede en todo momento?







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